Periodismo, Abogacía, sindicalismo y Derechos Humanos: la vida de Pablo Llonto

El comunicador repasó su carrera y algunos de los puntos salientes de la misma, como la cobertura del Juicio a las Juntas




Pablo Llonto es hijo de padre peruano y madre argentina. Aunque nació en el país, en la década del 60’ su familia se trasladó a Perú y allí cursó la primaria y la secundaria. Fue en ese país donde nació su “inquietud social”.

 

Con 15 años, volvió para estudiar periodismo en el Instituto de Ciencias de la Información, pero sus padres le dijeron que estudiara “en serio” y se metió también en abogacía.


Cuando aún era estudiante, lo llamaron de Clarín. Su primer trabajo fue la cobertura de un partido entre Banfield y Colón en septiembre de 1978.


Por aquel entonces, además, Llonto militaba en el PST, junto a Luis Zamora y Marcelo Parrilli, quienes estaban en CELS. Así comienza a vincularse con la cuestión de los Derechos Humanos.


“Viajaba por coberturas, mi nombre estaba en el diario y me la creí. Estaba deslumbrado por las luces de neón del señor Magnetto y de Clarín”, recordó sobre aquellos primeros tiempos en el periodismo.


En diálogo con “Nada personal” por Radio ArinfoPlay, contó cómo se despertó su inquietud sindical: “Hay un hecho que me mueve y me sacude, que es la organización sindical en Clarín de 1982. Antes de Malvinas, hubo una rebelión de los jóvenes porque éramos muchos los que estábamos en una situación irregular como colaboradores permanentes. Queríamos elegir representantes sindicales y los jefes lo detectaron vía buchones, por lo que hubo ocho despidos, tres de ellos de mi sección de Deportes: echaron a Alejandro Fabbri, Gustavo Veiga y Alejandro Guerrero. Ahí pegué el vuelco: eso de tener ciertos privilegios por invocar el nombre de Clarín se me derrumba, ellos mostraron su cara de malvados. Ahí rompo el romance con Clarín y decido meterme en la actividad sindical”.


“Llevó tiempo armar la primera comisión interna en una empresa de mil trabajadores. También había que buscar la unidad con el sindicato de los gráficos. En 1984 me presenté como candidato a delegado y gané, por lo que pasé a ser secretario general de la comisión interna”, repasó.


En esa línea, continuó: “También había que recuperar el gremio que estaba intervenido y participamos. Formamos la lista Multicolor y se recuperó la Asociación de Periodistas de Buenos Aires, que se unió con el Sindicato de Prensa. Finalmente, se formó la Utpba, que el año pasado se fracturó porque se convirtieron en burócratas y se formó el Sipreba”.


Más allá del periodismo, Llonto seguía con su tarea vinculada a los Derechos Humanos. Entre 1984 y 1985 comienza a tomar denuncias y presentaciones de familiares de desaparecios y hace presentaciones ante la Justicia.
 

En 1985, Joaquín Morales Solá, por aquel entonces Jefe de la sección Política de Clarín, lo convoca para realizar la cobertura del Juicio a las Juntas. 30 años más tarde, en el 2015, Llonto escribió un libro llamado “El juicio que no se vio”.


“Fue el primer peldaño que había que subir en la larga escalera para llegar a los juicios a todos los genocidas. Eso hay que reconocerle a Alfonsín, que fue el que dio la pelea para que se haga cuando un sector del radicalismo no quería”, valoró desde los micrófonos de Radio ArinfoPlay.


Y, finalmente, sobre el Juicio a las Juntas, consideró: “Fue la más clara demostración de que era posible juzgar a los militares con tribunales civiles, en democracia y a poco tiempo de haber terminado una dictadura, cosa que nunca había ocurrido. Ese lema de las Madres de ‘juicio y castigo’ se concretaba. La sentencia fue lamentable porque hubo cuatro absueltos, entre ellos Galtieri, pero eso permitió una demostración de que era posible hacer el juicio. Además, se organiza lo que será después el juzgamiento por cuerpo de ejército. Eso fue hasta las malditas leyes de punto final, obediencia debida y el indulto en el menemismo”.

 


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