Mientras pasa, todo pasa, nada pasa. Vivir en los asentamientos de nuestra querida Buenos Aires

(Por Silvia Grinberg. CONICET/UNSAM)



Mientras tanto, ese largo mientras en que nada pasa, todo pasa. Catorce años tenía Nicolás Muñoz y la bala lo encontró, frente a frente. Completamente desprotegido, librado a su suerte.
Mientras, un chico, un adolescente escribe un relato de ficción de superhéroes en la escuela: Una casa se prendió fuego porque la gente quería tomar mate y dejaron una pava prendida que hizo corto. Cuando se dieron cuenta la casa se estaba incendiando. El hombre radioactivo con el poder de sus ojos hizo que lloviera y apago el fuego. La casa era de una familia de Maipú y central. La casa quedo destrozada entonces el hombre radiactivo se llevó a vivir a la familia a su casa, su casa era re grande. Mientras tanto las noticias enuncian que una casa se prende fuego en Lanús porque en el siglo XXI en plena Región Metropolitana de Buenos Aires, en ese barrio como en tantos barrios no tienen ni luz ni gas, y, si lo tienen la conexión es tan precaria que el peligro es el mismo.
Mientras una mamá, cientos de mamás tienen miedo que su hijo/a juegue en el patio porque los puede cruzar una bala, esa que esta vez encontró a Nicolás. La bala lo tropieza en el ojo en plena hora del día laboral, ese momento en que todos vuelven, en que todos van. Esa mamá que tiembla, mi querida Nair, me dice no sé en qué momento este barrio se convirtió en esto, yo me críe en este barrio. Un chico no sale ni a comprar el pan, juega al futbol en un club grande y tiene miedo de encontrarse con ella, con la maldita bala y que le impida seguir jugando.
Mientas pasa, nada pasa, hace corto. Un maestra, varias maestras, un profesor, varios profesores no salen al patio por miedo que esa bala los encuentre en el recreo. La misma escuela construye una pared de cemento alrededor de la chancha del gas porque no pueden evitar los tiroteos, pero sí que una bala haga explotar a la escuela, a todos, al barrio.
Mientras, un barrio, muchos barrios completamente desprotegidos una y otra vez se enfrentan, se encuentran con las balas. La luchan, insisten. No dejan que el miedo les gane, salen a la calle, transitan las calles de su barrio y pelean. Un barrio, cientos de barrios, una persona, cientos de personas enfrentan una y otra vez, cara a cara, desesperadamente a las balas.
Mientras tanto barrios y escuelas quedan librados a su suerte, a diario, a través de micro desprotecciones cotidianas. Luchan para que el barrio no se vuelve basural ilegal, para que el arroyo no se vuelva zanjón, para tener agua corriente en sus canillas, para que sus patios no se llenen de agua contaminada, para que sus casas cada día sean más confortables, cada peso se transforma en ladrillo.
Mientras tanto lo completamente excepcional se vuelve ordinario y nada pasa, la vida pasa. Hace corto. Lo traumático se vuelve ordinario y el barrio pelea por no aceptar que se vuelva normal. No, claro no lo es. Pero se vuelve ordinario, porque la total y absoluta desprotección lo hace ordinario, vuelve a la más absoluta normalidad en eso, completa excepción. Excepción que se vuelve relato de crueldad cotidiana.
Mientras tanto nada pasa y otra bala, esta vez, alcanzó a Nicolás. Madres, padres tiemblan cuando sus hijos jueguen en el patio, los docentes tiemblan los lunes porque quizá alguno de sus alumnos no vuelva al aula.
Mientras tanto tiemblan, todo tiembla. Nada pasa, todo pasa. La gente cree que Carcova es un basural, pero no es así; ahí nos criamos, hay vida, hay romance, decía Nair hace casi 10 años. ¿Cómo fue que el barrio se convirtió en esto? ¿cómo llegamos a que la excepción se nos vuelva ordinaria?
Mientras tanto todo pasa, nada pasa. Seguimos jugando a la tómbola con la vida que no cotiza en bolsa. Crueldad, impotencia, dolor una y otra vez escuchar lo mismo, como si no hubiera pasado, una vez y esa vez no fuera suficiente, demasiado. ¿Cuántas vidas valen una vida?, ¿cuántas vidas tienen que pasar para que una vida nos recuerde que son todas las vidas?, ¿cuántas vidas son una vida? Vuelve y vuelve y queda como un caso más de ese vivir librado a la propia suerte.
Mientras tanto no son las imágenes de una vida en guerra, son las imágenes que nos regala la democracia.
Mientras tanto en el barrio insisten, insisten e insisten silenciosamente en vivir mejor. Resisten al presente esperando que algo pase. Querida amiga esto pasa porque lo que tendría que pasar, no pasa. Mientras tanto, quizá algún día nuestra democracia madure y, entonces, algo pase.


 
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