Mujer, trabajo y sindicalismo, los inicios de una relación tensa

La socióloga feminista Dora Barrancos recuerda los comienzos de la organización femenina y las agresiones que vivían aquellas que trabajaban fuera del hogar




Para la socióloga e historiadora Dora Barrancos, la organización laboral de las mujeres en la Argentina tuvo uno de sus puntapiés iniciales en una importante huelga de maestras que hubo en la provincia de San Juan, a fines del Siglo XIX.


“A la hora de hablar de los primeros intentos fuertes de organización obrera dentro de la población femenina, no se pueden dejar de recordar las tentativas organizacionales de trabajadoras por parte de las mujeres del Partido Socialista. Las anarquistas, como Virginia Bolten, se debatían entre la organización y la no organización. Mientras tanto, el socialismo avanzaba con un carácter más orgánico en los núcleos obreros”, sostuvo.


La intelectual feminista, que comenzó su vida laboral como docente, recordó que las primeras manifestaciones de mujeres en huelga se vieron entre las lavanderas de la Ciudad para luego continuar entre las cigarreras, las modistas y las telefónicas.


“En algunos sindicatos, como el de los gráficos, había problemas en la recepción de obreras trabajadoras. No querían que fueran calificadas y que pudieran competir con el trabajo masculino. En 1904, en el marco de una huelga, deciden no emplear mujeres en sectores más calificados, pero sí en encuadernación, por ejemplo”, precisó en diálogo con “La Columna vertebral” por Radio Arinfo.


En ese marco, planteó que la primera organización con el germen de unir a diferentes gremios fue la Unión Gremial de Mujeres (UGM), una línea de la Unión Gremial de los Trabajadores (UGT) del socialismo. “El sector femenino era toda una novedad”, afirmó y valoró los aportes en su construcción de la militante socialista Cecilia Baldovino.


Barrancos consideró que “los fulgores del primer feminismo en Argentina fueron interesantes pero acotados” y que “en general, el trabajo femenino gozaba de muy poca legitimidad”, salvo por las maestras.


“Por imperio de valores patriarcales muy arraigados, el trabajo femenino no fuera del hogar no era considerado algo de valor para las mujeres, de modo que muchas mujeres trabajadoras sufrían hostilidad de muchos hombres y también de muchas mujeres que se consagraban a la eficacia de un credo patriarcal que indicaba que eso no era propio del género y del sexo, que había que quedarse en casa”, señaló.


Finalmente, la socióloga e historiadora hizo referencia a su trabajo sobre las telefonistas de la década del 50’ y a sus experiencias en los ámbitos laborales.


“Sufrían agresiones. Una me contó que les decían ‘son todas unas putas’. Era un epíteto que se comparecía con la idea de que el hecho de estar trabajando fuera del hogar la constituía en una prostituta. Es un imaginario de largo arraigo y por eso hay que pensar lo que era entonces manifestarse sindicalmente”, relató desde los micrófonos de Radio Arinfo.



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