El misterio de los túneles de Buenos Aires

El arqueólogo Daniel Schávelzon cuenta detalles desconocidos de los pasillos subterráneos porteños




Los túneles de la Ciudad de Buenos Aires, dice el arqueólogo Daniel Schávelzon, son misteriosos en doble forma. Primero, por su existencia y, segundo, por las razones que llevaron a descuidarlos y destruirlos.

Los verdaderos túneles son aquellos que cuentan con entrada y salida, lo que implica una circulación bajo tierra. Cosas distintas son las construcciones subterráneas que abundan en la Ciudad, como los pozos o grandes aljibes, que eran muy habituales antiguamente.

“Existe una mitología de que Buenos Aires estaba toda cruzada por enormes túneles bajo tierra y hubo hasta quien habló de ejércitos que se movían por ahí abajo. Esta siempre fue una Ciudad muy pobre, muy modesta, aislada casi en el fin del mundo y no sobraban los recursos para hacer una cosa como esa”, aclaró Schávelzon en diálogo con “Aquí la 13” por Radio Arinfo.

Respecto al surgimiento de estos túneles porteños, explicó: “Hubo un intento en siglo XVII, al igual que  en otras ciudades de América Latina, de hacer sistema defensivo. Buenos Aires no era una Ciudad que se pudiera defender fácil porque está en la Pampa, se ve de todos lados, no hay acantilados, ríos tempestuosos, cataratas ni está en una montaña. Una de las pocas formas de defenderla era con el viejo truco de huir. Si la ciudad era tomada, algo que era relativamente fácil porque había solo una fortaleza que apuntaba al río, lo que tenían que hacer las autoridades era huir, reorganizar el ejército, como hizo Liniers, y volver a capturar la Ciudad. De ahí, que los túneles fueron un sistema simple, aunque nada agradable, de salir en caso de ataque. Con llegar a una o dos cuadras de distancia alcanzaba, porque la Ciudad tenía solo diez cuadras”.

Hoy quedan túneles de 50 centímetros de ancho y de 1,20 de alto, lo que demuestra que no eran espacios para reuniones, sino pasillos para usar en situaciones de emergencias, que obligaban a medidas desesperadas. Muchos de ellos están solo 20 centímetros por debajo del suelo. 

“Se comenzó a construir un sistema de túneles, que era muy eficiente y dio buenos resultados, pero no se pudo terminar. Se hicieron tramos, algunos llegaron a tener 100 metros, pero no pudieron superar eso. No pudieron unir los diferentes tramos. La obra estaba en manos de constructores Jesuitas, era muy costosa y había que hacerla por debajo de casas privadas. Eso implicaba una tarea muy grande para un Estado débil, que no tenía capacidad económica ilimitada”, señaló el arqueólogo a la hora de hablar de las razones por las cuales el proyecto quedó trunco.

En esa línea, agregó: “Además, Buenos Aires no vivió situaciones de peligro. Hasta las Invasiones Inglesas de 1806 se vivió de manera muy tranquila. No había necesidad de fortalezas como las de otros lugares. Acá no pasaba nada porque no había oro ni plata que motivara interés por la conquista. Entonces, tampoco hubo mucha presión para que se hicieran fortificaciones complejas”.

“En la Manzana de las Luces, en el centro porteño, hay tramos de los túneles que quedaron a la vista. Los agrandaron para abrirlos al turismo. Hubo que ampliarlos, hacerles escaleras, accesos y entradas para bajar. También está el Zanjón de Granados, en la calle Defensa al 700, que era un entubamiento para que escurra agua de un arroyo que cruzaba el Sur de la Ciudad”, dijo Schávelzon sobre las construcciones que se pueden visitar al día de hoy.

Finalmente, destacó desde los micrófonos de Radio Arinfo: “El de los túneles fue un sistema bastante moderno para su tiempo. Es parte de nuestro patrimonio histórico y cultural”.
 

 

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