Un repaso por el trabajo del Servicio Meteorológico Nacional

Un experto cuenta cómo se realizan los distintos procesos para llegar a los pronósticos y remarca la importancia de la meteorología en el planeamiento de las distintas actividades





Todos los días, los ciudadanos nos informamos sobre el pronóstico del tiempo para planificar nuestras actividades, nuestra forma de vestirnos, etcétera. Sin embargo, son pocos los que conocen el trasfondo desde el cual se generan esas previsiones y el trabajo que se realiza en el Servicio Meteorológico Nacional (SMN).

“La meteorología en Argentina comienza en 1870 a través del impulso de Domingo Faustino Sarmiento. Se trajo a un meteorólogo norteamericano llamado Benjamín Gould, quien se instaló en Córdoba durante siete años junto a su familia. Él instruyó a las personas interesadas en tareas meteorológicas. Así, el 4 de octubre de 1872 se instauró como la fecha de creación del SMN, que en aquel entonces se llamaba oficina meteorológica. Este fue ampliando su red de estaciones meteorológicas en estos 142 años, pero la inquietud del ser humano por observar fenómenos meteorológicos y tratar de predecirlos, data de mucho antes”, relató Ignacio López Amorín, comunicador meteorológico del SMN.

El experto remarcó que la meteorología es una ciencia de vital importancia y explicó que existen pronósticos en distintas escalas. Están los de corto plazo, los de mediano (a 4 ó 5 días), los de escala extendida (a 10 días) y también los trimestrales o estacionales. Además, hay perspectivas climáticas a un par de años. Estas distinciones son porque cada usuario tiene distintas inquietudes o necesidades en cuanto al pronóstico. Pro ejemplo, en las zonas agropecuarias, la gente de Cuyo necesita el pronóstico de granizo, mientras que el Litoral debe saber si habrá lluvias intensas.

“Los pronósticos a corto plazo son emitidos en cierta hora y tienen tres horas de validez. Son por fenómenos locales como granizo o lluvias fuertes. Los pronósticos a mediano plazo son los que escuchamos en los medios de comunicación, que son para mañana o para el fin de semana. A una escala mayor, ya están disponibles en el Departamento de Climatología del SMN. Son, por ejemplo, los estacionales, que dicen cómo se estima que va a ser una estación y los climáticos con tendencia a 10 años, que dicen si la temperatura regional o global aumentará o si se esperan fenómenos de precipitaciones intensas o sequías en cierta región”, detalló López Amorín en diálogo con “Aquí la 13” por Radio Arinfo.

El comunicador dio cuenta de cómo trabajan las más de 140 estaciones del SMN que están repartidas por todo el territorio nacional: “Estas recogen datos sobre temperatura, presión, humedad, vientos, nubosidad y distintas variables. Esa información llega al SMN central en Buenos Aires, se procesa y se analiza. Si hay algún dato erróneo, se vuelve a corregir. Luego, esos datos son las condiciones iniciales para modelos numéricos de pronóstico. Son modelos computacionales que resuelven muchas ecuaciones matemáticas y nos permiten a los meteorólogos conocer la previsión a los próximos días. Por eso es de vital importancia para la meteorología medir y observar”.

“El SMN está dividido en varias aéreas: pronostico, climatología, agrometeorología, agrohidrología (estudian el campo, los cultivos, cómo infiere helada en determinada época del año), Recursos Humanos y Dirección. La más conocida es la de pronóstico, que es el Centro Nacional Meteorológico. Este realiza pronósticos para todo el territorio nacional y también los de tipo aeronáutico, que se proveen al resto de las empresas o marcas de aviones que vuelan en nuestra región”, agregó.

Respecto a cómo cada meteorólogo realiza y comunica el pronóstico, López Amorín planteó: “Hay situaciones meteorológicas donde no puede haber un toque personal. Si hay un anticiclón, que es un centro de alta presión que se asocia con condiciones de buen tiempo, estables y con atmosfera seca, no se pueden desarrollar fenómenos importantes. Si predomina ese patrón, todos decimos lo mismo. El problema empieza cuando hay una situación un poco más complicada, como un sistema de baja presión o un frente frio que provoque tormentas. El problema es dónde los posicionamos. Los modelos numéricos tiran un pronostico, pero puede haber una diferencia con la realidad. Ahí está en el criterio personal del meteorólogo, basado en su experiencia y en la observación, para dar un pronóstico de lluvia o no para una localidad”.

“La Organización Meteorológica Mundial es la que regula a todos los servicios meteorológicos asociación y la que establece reglas. Se debe medir la temperatura bajo ciertas normas, a la sombra, o la precipitación con pluviómetro de ciertas características, a cierta altura del suelo. Todos los que forman parte de la red deben cumplir con esas normas y estándares que se establecen. Las mediciones, por ejemplo, se hacen a la misma hora por regla internacional. El horario pactado internacionalmente es a las 9 de la mañana y 9 de la noche en Argentina”, contó el comunicador.

El experto aseguró que los ciudadanos suelen confundir el concepto de tiempo con el de clima: “El pronóstico a escala corta o mediana, como una semana, es el tiempo. Son las condiciones de las distintas variables de la atmósfera, en determinado lugar y en determinado momento. El clima, en cambio, es promedio estadístico del tiempo y se necesitan 30 años de  datos, al menos, para definir el de una región. El clima de La Pampa húmeda, por ejemplo, es templado y húmedo. Es algo que no cambia en pocos días, meses  o años”.

López Amorín precisó que, para determinar cuántos milímetros llovieron en un lugar, se tiene en cuenta que un 1 milímetro es un litro de agua en un cuadrado de un metro por un metro. En ese marco, analizó la realidad de la Ciudad de Buenos Aires: “El promedio de precipitación anual allí es de 1200 mm aproximados. Entre 1870 y 2010 no cambió la cantidad, pero sí la distribución. Hace 40 años llovía 60 veces por año. Hoy llueve 15 veces por año, de manera más intensa y violenta.  Llueve menos veces, pero de manera más intensa porque la cantidad no cambió. La época de tormentas es de octubre hasta marzo”.

Sobre el temor más grande, el granizo, indicó: “El granizo se forma rápidamente y violentamente por grandes corrientes ascendentes dentro de las nubes. Las corrientes suben a gran velocidad, a medida que el aire sube la temperatura disminuye, y, si hay partículas de agua, se convierten en granizo. Este va creciendo a medida que sube y cae por efecto de la gravedad cuando ya no se puede sostener por las corrientes. Cuando cae, impacta violentamente. Las zonas más afectadas por este fenómeno son Cuyo, La Pampa y Buenos Aires. Es la zona con mayor probabilidad”.

Finalmente, el comunicador contó desde los micrófonos de Radio Arinfo por qué puede haber diferencias entre los distintos pronosticadores y por qué a veces suelen fallar las previsiones: “La atmósfera es la mezcla gaseosa más inestable que se conoce. Cuando se la saca de la condición en la que está, reacciona violentamente de una forma inesperada. Un error en algún pronóstico, variable o mala medición puede terminar en un pronóstico errado. La meteorología sí es una ciencia exacta porque usa ecuaciones físicas y matemáticas que describen los movimientos de la atmosfera. Que el pronostico acierte o no, es otro tema. Ocurre que a veces se emite un alerta para un área determinada, pero luego no toda el área se ve afectada por tormentas. Las personas de esas áreas a las que no llega tormenta dicen que el pronóstico estuvo errado, pero no es así”.



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