Luchan por mantener una escuela para jóvenes en situación de calle

Se trata del Centro Educativo Isauro Arancibia. Denuncian que el Gobierno de la Ciudad quiere demolerlo para que pase por allí un Metrobús





El Centro Educativo Isauro Arancibia funciona en el barrio porteño de San Telmo hace ya 16 años. Se trata de un espacio al cual concurren chicos y jóvenes que viven en las calles, con el objetivo de completar sus estudios primarios.

En la última semana, se realizó un festival en defensa de la entidad para exigir al Gobierno de la Ciudad que ponga un freno a la demolición del edificio. El objetivo de la administración porteña es construir allí parte de la traza del nuevo Metrobús de la Avenida Paseo Colón.

“Este centro educativo tiene una característica muy propia. Empezó como un espacio más con oferta de educación para adultos de la Ciudad de Buenos Aires, es decir, como parte de esos Centros que funcionan en entidades alojantes con maestros que tienen hasta diez alumnos de todos los niveles y que otorgan certificado oficial. En 1998, yo trabajaba aquí con la población de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina). Algunas de esas mujeres trabajaban en el barrio de Constitución y me decían que allí había muchos chicos que no iban a la escuela. Entonces, fuimos a buscarlos y comenzamos a traerlos”, contó Susana Reyes, actual Coordinadora del Centro Educativo.

Ese espacio que comenzó con una maestra y diez alumnos, hoy cuenta con 40 trabajadores, 180 alumnos y alumnas y un jardín maternal. “El espacio se fue armando a medida de las necesidades de la población que se acercaba”, precisó la docente en diálogo con “Sintonía educar” por RadioSofía.

Reyes admitió que la experiencia para maestros y profesores en el Centro Isauro Arancibia fue “todo un aprendizaje, porque en los profesorados no se enseña a trabajar con este tipo de población”.

“La escuela en general es muy rígida. Nosotros, en cambio, si la clase termina a las 16 y algún alumno llega quince minutos antes del cierre, le decimos: “Qué suerte que tenés al menos un ratito para hacer algo”. O sea, siempre valoramos el hecho de que se acerquen, de cualquier manera y a cualquier hora. Así logramos que amen a la escuela y que vengan”, agregó.

El Centro también se nutrió y creció a partir de los deseos de alumnos y alumnas: “A ellos les preguntábamos qué querían cambiar y, por ejemplo, nos pidieron tener más horas de clase y el dictado de otras materias, como educación física o plástica. Así nos convertimos en lo que somos hoy”.

“Ellos nos hicieron a nosotros mejores maestros. Nos permitieron sentarnos a pensar cómo se le enseña a un chico en situación de calle, que vive un presente permanente, porque para ellos no existe un ayer ni un mañana. Los chicos de la calle son sujetos con todos sus derechos vulnerados. Están en la calle por una cuestión social, no personal.  No tienen ni padres ni abuelos con oficios. Después del Golpe Cívico-Militar se cerraron las fábricas y, en los 90’, se vendió todo. La gente quedó sin trabajo y los chicos de hoy son hijos de eso. Todos nos tenemos que hacer cargo de lo que pasa, porque todos permitimos que vivan en la calle, algo que es muy desgarrador. Es algo que está naturalizado y es terrible. No tenemos que verlos como pibes chorros y cruzar de vereda”, sostuvo la docente.

Reyes contó a RadioSofía que los alumnos hacen una revista que se llama “La realidad sin chamuyo”, donde cuentan cómo es vivir en la calle: dicen qué pasa cuando quieren ir al baño, cuando se quieren bañar, cuando llueve, cuando se siente mal u otras cosas.

“El BAP y el Operativo Frío del Gobierno de la Ciudad son muy crueles. Les llevan guantes, cuellos o medias para que se abriguen en la calle pero después viene gente de Espacios Verdes y los mojan para que se levanten. Hay una contradicción y un maltrato muy grande”, denunció Reyes, quien también criticó la política de paradores y explicó que, desde el Centro Educativo, tienen un proyecto para crear un hogar de tránsito para jóvenes.

“Acá desayunamos todos juntos, charlamos en el comedor. Van a lavarse la cara y las manos, pero siempre antes nos dan un abrazo. Sentimos alegría de verlos todos los días. Es una suerte que vengan. Sabemos la importancia del lugar que ocupa la escuela en la vida de estos chicos y por eso ponemos mucho amor y trabajo para que aprendan a relacionarse de otra manera. Acá se usa la palabra, no los puños”, recalcó Reyes.

Y, finalmente, contó que los alumnos armaron una agrupación llamada “Hermanos de la calle”: “Se están organizando para decir lo que sienten, lo que quieren, lo que piensan y luchar por sus derechos”.

 


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